Encaramos la segunda tanda de representaciones en el pueblo viejo de Belchite, en torno a los recuerdos que guardan sus viejas piedras derruidas. Ecos de hechos terribles, sangrientos, cuya lectura impresiona; y cuya traslación teatral al presente, a gritos, amenazas, canciones, gemidos y palabras, dichas ante los espectadores como si fueran presentes, todavía nos sobrecoge, incluso a actores con décadas de experiencias teatrales a sus espaldas. El público se adentra en el pueblo viejo, siguiendo a Antón y a Jacinto, un soldado nacional y otro republicano. Y entre las tinieblas, con el frío y la humedad, a la tenue luz de los farolillos, presencia las peripecias de dos enemigos irreconciliables condenados a deambular juntos, de dos ánimas en pena, que representando las viejas historias de siglos pasados, van desgranando las miserias de la guerra civil, de la cual no pueden ni podrán escapar.